miércoles, 20 de junio de 2012

EL LAICO CATÓLICO TESTIGO DE LA FE EN LA ESCUELA (segunda parte)

Documento de la Congregación para la Educación Católica 15 de octubre de 1982

II.- CÓMO VIVIR LA PROPIA IDENTIDAD (nº 25-59)

1.- Rasgos comunes de una identidad vivida.

13.- Lo primero en que debe esforzarse el laico educador que quiere vivir su propia vocación eclesial es en alcanzar una sólida formación profesional, que en este caso abarca un amplio abanico de competencias, culturales, psicológicas y pedagógicas. Este buen nivel hay que mantenerlo y elevarlo, actualizándolo (nº 27).

14.- Profunda convicción de fe del educador para poder ofrecer respuestas al educando sobre el sentido último del hombre, de la vida humana, de la historia y del mundo, tal como las ofrece la Revelación cristiana. Pero con el más exquisito respeto de la conciencia del alumno (nº 28).

15.- Haber conseguido personalmente la síntesis entre fe y cultura. En efecto, la comunicación orgánica, crítica y valorativa de la cultura comporta, evidentemente, una trasmisión de verdades y saberes y en ese aspecto el educador debe estar continuamente atento a abrir el correspondiente diálogo entre fe y cultura, para propiciar a ese nivel la debida síntesis interior del educando (nº 29).

16.- Presentar una serie de valores y contravalores, cuya consideración como tales depende de la propia concepción de la vida y del hombre. Pero no puede contentarse con presentar positivamente y con valentía una serie de valores de carácter cristiano como simples y abstractos objetos de estima, sino como generadores de actitudes humanas, que procurará suscitar en los educandos. Tales como:

*la libertad respetuosa con los demás,la responsabilidad consciente,

*la sincera y permanente búsqueda de la verdad,

*la crítica equilibrada y serena,

*la solidaridad y servicio hacia todos los hombres,

*la sensibilidad hacia la justicia,

*la conciencia especial de ser llamados a ser agentes positivos de cambio en una sociedad en continua transformación.

Ante el ambiente general de secularización es importante que el educador pueda abrir la conciencia de sus alumnos a la trascendencia y disponerlos así a acoger la verdad revelada (nº 30).

17.- A partir de tales actitudes, subrayar lo positivo de unos comportamientos consecuentes con esas actitudes. La plena coherencia de saberes, valores, actitudes y comportamientos con la fe, desembocará en la síntesis personal entre la vida y la fe del educando (nº 31).

18.- Cuanto más viva el educador el modelo de hombre que presenta como ideal, tanto más será éste creíble y asequible. Especialísima importancia alcanza aquí el testimonio de la vida del educador laico (nº 32).

19.- Dentro de esta línea, alcanza gran importancia el contacto directo y personal del educador con el alumno. El educador no puede olvidar la necesidad de compañía y guía que el alumno tiene en su crecimiento y la ayuda que precisa para superar sus dudas y desorientaciones. Tiene que dosificar con prudente realismo la cercanía y la distancia. Cercanía, porque sin ella carece de base la relación personal; distancia, porque el educando debe ir afirmando su propia personalidad sin que se vea disminuida su libertad.

Por otro lado, el uso responsable de la libertad, por parte del alumno, comprende la elección del propio estado de vida, y esto no puede ser ajeno al educador católico. Además, el contacto personal con el educando es la fuente misma en la que el educador obtiene el necesario conocimiento que ha de poseer del alumno para formarlo (nº 33).

20.- El alumno tiene que ser guiado por el educador católico hacia una actitud de apertura y sociabilidad para con los demás miembros de la comunidad educativa y de las otras comunidades de que forma parte. Por su parte, el educador católico debe tener una amplia comunicación y un trabajo en equipo con sus propios compañeros de trabajo y con otros estamentos de la comunidad, especialmente con los padres de familia (nº 34).

21.- El educador necesita prestar constante atención al entorno sociocultural, económico y político de la escuela, y al contexto regional y nacional. Esto le proporcionará los datos precisos para salir al paso de las necesidades actuales de formación de sus alumnos e intentar prepararlos para el mundo futuro que intuye (nº 35).

22.- Tampoco puede considerar como ajenas a su tarea educativa su participación y colaboración en otros grupos y asociaciones profesionales o conectadas con la educación, y su posible actividad sindical en consonancia siempre con los derechos humanos y los principios cristianos sobre educación (nº 36).

23.- La tarea del educador no puede reducirse a su profesionalidad. Debe vivir su trabajo como una vocación, que por su misma naturaleza laical, tendrá que conjugar el desinterés y la generosidad, con la legítima defensa de sus derechos (nº 37).

2.- Rasgos específicos del laico católico en las diversas escuelas.

En la Escuela católica:

24.- El laico católico debe ser consciente de los ideales y objetivos específicos que constituyen el Proyecto Educativo general de la escuela católica. Por ello debe contribuir corresponsablemente en la consecución de tales objetivos, en actitud de plena y sincera adhesión a los mismos. Debe identificarse, además con la específica modalidad de la escuela donde trabaja. Por último, es importante que participe sencilla y activamente en la vida litúrgica y sacramental que en su ámbito se desarrolle (nº 38, 39, 40).

25.- "La comunidad educativa debe aspirar a constituirse, en la escuela católica, en comunidad cristiana, es decir, en verdadera comunidad de fe. Ello es irrealizable, ni siquiera inicialmente, sin el compromiso cristiano compartido, al menos por una parte de los principales estamentos - padres, profesores, alumnos - de la comunidad educativa. Es sumamente deseable que el laico católico y muy especialmente el educador, esté dispuesto a participar activamente en grupos de animación pastoral o cualesquiera núcleos válidos de fermento evangélico" (nº 41).

26.- Hay alumnos no católicos que frecuentan la escuela católica. Los educadores católicos, al proponer la doctrina en consonancia con sus propias convicciones religiosas y con la identidad de la escuela, tendrán sumo respeto para con la libertad de los alumnos no católicos (nº 42).

27.- La presencia simultánea en una escuela católica de laicos, religiosas o religiosos y sacerdotes constituye para el alumno un reflejo vivo de esa riqueza que le facilita una mejor asimilación de la realidad de la Iglesia. La presencia del laico es importante porque enseña a los alumnos la profesionalidad secular como ordenación del mundo a Dios (nº 43).

28.- Los laicos deben contribuir a la inserción de la escuela en la pastoral de conjunto de la Iglesia local, lo mismo que favorecer la relación de las escuelas católicas entre sí, y con otras escuelas (nº 44).

29.- La disminución de sacerdotes y religiosos en la escuela católica es un hecho. Los laicos deben prepararse para ser capaces de mantener por sí solos, cuando fuere necesario o conveniente, las escuelas católicas actuales o futuras. El dinamismo histórico que rige la actualidad hace prever que, al menos durante un período de tiempo bastante cercano, la existencia de la escuela católica dependerá fundamentalmente de los laicos (nº 45, 46).

En las Escuelas de Proyectos Educativos varios.

30.- En nuestro mundo pluralista y secularizado, la presencia del laico católico es con frecuencia la única presencia de la Iglesia en escuelas estatales y con diversas orientaciones ideológicas. El educador católico deberá impartir sus materias desde la óptica de la fe cristiana, de acuerdo con las posibilidades de cada materia y con las circunstancias del alumno y de la escuela. Semejante actitud debe ir acompañada de un marcado respeto hacia las convicciones y la tarea de los otros educadores, siempre que éstos no conculquen los derechos humanos de los alumnos (nº 48, 49, 50).

31.- "Por su seriedad profesional, por su apoyo a la verdad, a la justicia y a la libertad, por la apertura de miras y su habitual actitud de servicio, por su entrega personal a los alumnos y su fraterna solidaridad con todos, por su íntegra vida moral en todos los aspectos, el laico católico tiene que ser en esta clase de escuela el espejo viviente en donde todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa puedan ver reflejada la imagen del hombre evangélico" (nº 52).

En otras Escuelas.

32.- En países de misión o descristianizados el laico católico será con mucha frecuencia la única o casi exclusiva voz para hacer llegar a sus alumnos, a los miembros de la comunidad educativa y a todos los hombres con quienes se relaciona como educador y como persona, el mensaje evangélico. No se puede olvidar a aquellos laicos católicos que trabajan en escuelas de países donde la Iglesia es perseguida. Su mera presencia, de por sí difícil, si se ajusta silenciosa pero vitalmente a la imagen del hombre evangélico, es ya un anuncio eficaz del mensaje de Cristo (nº 53, 54).

El educador católico como Profesor de Religión:

33.- La enseñanza de la religión es propia de la escuela en general, siempre que ésta aspire a la formación del hombre en sus dimensiones fundamentales, de las cuales no puede excluirse la religiosa. La enseñanza religiosa escolar es también, como la catequesis, "una forma eminente de apostolado laical" (cf. CT 66). Tomen conciencia los educadores católicos laicos, según lugares y circunstancias, de la ingente tarea que se les brinda en este campo. La función del profesor de religión resulta, ciertamente, incomparable por el hecho de que "se transmite no la propia doctrina o la de otro maestro, sino la enseñanza de Jesucristo" (cf. CT 6) (nº 56, 59).

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