sábado, 30 de junio de 2012

EL LAICO CATÓLICO TESTIGO DE LA FE EN LA ESCUELA (tercera parte)



Documento de la Congregación para la Educación Católica 15 de octubre de 1982

III.- FORMACIÓN DEL LAICO CATÓLICO PARA SER TESTIGO DE LA FE EN LA ESCUELA (nº 60-70)

34.- El laico católico debe tener conciencia viva de la necesidad de la formación religiosa porque de ella depende no sólo su posibilidad de apostolado, sino el debido ejercicio de su tarea profesional, especialmente cuando se trata de la tarea educativa (nº 62).


35.- La formación religiosa no puede detenerse para el educador católico al término de sus estudios medios. Tiene que acompañar y completar su formación profesional, estar a la altura de su fe de hombre adulto, de su cultura humana y de su vocación laical específica. En efecto, la formación religiosa debe estar orientada a la santificación personal y al apostolado, elementos inseparables a su vez en la vocación cristiana. No puede olvidarse tampoco, en el caso del educador, la adecuada formación en la enseñanza social de la Iglesia, que es "parte integrante de la concepción cristiana de la vida" (Juan Pablo II, 13-05-81) y ayuda a mantener intensamente viva la indispensable sensibilidad social (nº 65).

36.- Es un hecho indiscutible la necesidad, en nuestros días, de la formación permanente. Para el educador católico ésta no afecta sólo a la formación profesional, sino también a la religiosa y, en general, al enriquecimiento de toda la personalidad, pues la Iglesia tiene que adaptar constantemente su acción pastoral a las circunstancias de los hombres de cada época, en orden a hacerles llegar de manera comprensible y apropiada a su condición, el mensaje cristiano (nº 68).

37.- Nadie ignora que tal formación permanente, como su mismo nombre indica, es una tarea ardua ante la que muchos desfallecen. A pesar de todo ello ningún laico católico que trabaje en la escuela puede eludir ese reto de nuestro tiempo y quedarse anclado en conocimientos, criterios y actitudes superados. Su renuncia a la formación permanente en todo su campo humano, profesional y religioso lo colocaría al margen de ese mundo que es, precisamente, el que tiene que ir llevando hacia el Evangelio (n. 70).

IV.- APOYO DE LA IGLESIA AL LAICADO CATÓLICO EN LA ESCUELA (nº 71-80)

38.- Es primero en su propia fe donde el laico católico tiene que buscar apoyo. Precisa también de una firme esperanza, porque nunca puede llegar a percibir en plenitud los frutos de la tarea que realiza con sus alumnos. Necesita una permanente y creciente caridad que ame siempre en sus alumnos al hombre hecho a imagen y semejanza de Dios y elevado a hijo suyo por la redención de Jesucristo. Esa fe, esperanza y caridad reciben su ayuda de la Iglesia a través de la Palabra, de la vida sacramental y de la oración de todo el Pueblo de Dios (nº 72).

39.- Todos los fieles deberían ser conscientes de que sin el educador laico católico la educación de la fe en la Iglesia carecería de uno de sus fundamentos. Por ello, todos los creyentes deben colaborar activamente, en la medida de sus posibilidades, a que el educador tenga el rango social y el nivel económico que merece, junto con la debida estabilidad y seguridad en el ejercicio de su noble tarea (nº 74).

40.- Se deben impulsar los grupos, movimientos y asociaciones católicas existentes, de todos los laicos creyentes implicados en la escuela, y la creación de otros nuevos, buscando las formas más adecuadas a los tiempos y a las diversas realidades nacionales (nº 75).

41.- "Los laicos deben encontrar ante todo en la escuela católica un ambiente de sincera estima y cordialidad, donde puedan establecerse auténticas relaciones humanas entre todos los educadores. Manteniendo cada uno su característica vocacional propia, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos deben integrarse plenamente en la comunidad educativa y tener en ella un trato de verdadera igualdad". (nº 77).

42.- Fundamentales para vivir conjuntamente unos mismos ideales por parte de la entidad promotora y los laicos que trabajan en la escuela católica, son dos logros. 1º: Una adecuada retribución económica del trabajo realizado en la escuela, que permita a los laicos una vida digna, sin necesidad del pluriempleo ni sobrecargas que entorpezcan su tarea educativa. 2º: Una auténtica participación de los laicos en las responsabilidades de la escuela, según su capacidad en todos los órdenes y su sincera identificación con los fines educativos que caracterizan a la escuela católica (nº 78).
43.- Pertenece también a la escuela católica el solícito cuidado de la formación permanente, profesional y religiosa de sus miembros laicos (nº 79).

44.- La mejora continua de la escuela católica y la ayuda que ella puede aportar al educador laico católico dependen, en gran manera, del apoyo que presten las familias católicas en general y más en particular las que envían a ella sus hijos (nº 80).

CONCLUSIÓN (nº 81)

45.- No pueden dudar los católicos que trabajan en la escuela en tareas educativas de que representan para la Iglesia una inmensa esperanza. En ellos confía, en general, la Iglesia para la progresiva configuración de las realidades temporales con el Evangelio y para hacerlo llegar a todos los hombres, y, de una manera particular, para la trascendente tarea de la formación integral del hombre y la educación de la fe de la juventud, de quien depende que el mundo del futuro esté más cerca o más lejos de Jesucristo (nº 81).

 

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